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Tipos y riesgos de las bebidas energéticas: Consumo y efectos

Las bebidas energéticas han ganado popularidad en todo el mundo, pero no todas son iguales. Existen diferentes tipos de bebidas energéticas, cada una con sus propios ingredientes, efectos y propósitos. Desde las más comunes con cafeína hasta las que incorporan adaptógenos o electrolitos, es fundamental conocer sus características antes de consumirlas. En este artículo, exploramos los distintos tipos de bebidas energéticas, los riesgos asociados a su consumo y cómo el perfil de los consumidores varía según sus hábitos y necesidades.

Tipos de bebidas energéticas

El mercado actual ofrece una gama casi infinita:

  • Tradicionales: como Red Bull o Monster, con cafeína, taurina, azúcar y vitaminas.

  • Sin azúcar: orientadas a quienes buscan energía sin calorías (aunque con edulcorantes).

  • Naturales y orgánicas: hechas con ingredientes como guaraná, yerba mate o té verde.

  • Funcionales o premium: con CBD, colágeno, electrolitos o nootrópicos para mejorar el enfoque.

  • En formato polvo o concentrado: para mezclar al gusto y controlar la dosis.

Cada variante apunta a un público distinto, pero todas tienen en común su función estimulante y su envoltorio visualmente atractivo.

¿Quién las consume?

Aunque su popularidad comenzó entre deportistas, hoy en día el perfil de consumidor se ha ampliado:

  • Estudiantes: para combatir el sueño en épocas de exámenes.

  • Gamers: durante partidas largas o competiciones online.

  • Trabajadores nocturnos o creativos: que necesitan concentración a deshoras.

  • Adolescentes: que las ven como parte de una identidad “cool” o rebelde.

  • Influencers y creadores de contenido: quienes muchas veces las promueven directamente.

Esta diversidad es también parte de su atractivo: la bebida energética ha dejado de ser solo funcional para convertirse en un elemento cultural y social.

Momentos de consumo más comunes

  • Antes o durante el entrenamiento físico.

  • Durante sesiones de estudio intensivo.

  • En fiestas, especialmente mezcladas con alcohol (peligroso).

  • En eventos como LAN parties, maratones de videojuegos o streamings.

  • En el coche, durante viajes largos para mantenerse despierto.

En muchos casos, su uso responde a la necesidad de extender artificialmente la energía cuando el cuerpo pide descanso.

Efectos secundarios y riesgos reales

Aunque en dosis moderadas su consumo puede ser seguro, el abuso frecuente de bebidas energéticas puede generar efectos preocupantes:

  • Aumento de la presión arterial y el ritmo cardíaco.

  • Ansiedad, temblores e insomnio.

  • Deshidratación, sobre todo si se combinan con ejercicio o alcohol.

  • Dependencia psicológica: sensación de no poder rendir sin ellas.

  • Sobredosis de cafeína, que puede derivar en arritmias o, en casos extremos, colapsos.

Especial preocupación hay en menores de edad, donde su sistema nervioso está aún en desarrollo. Por eso, cada vez más países limitan su venta a menores o exigen advertencias claras en las etiquetas.

El peligro invisible: normalizar lo extremo

El problema no es solo lo que contienen, sino cómo se perciben. Se venden como “refrescos con beneficios”, cuando en realidad deben ser tratadas con precaución. Muchos adolescentes y jóvenes las consumen sin información, sin control y sin entender que, al abusar de ellas, están jugando con su sistema nervioso.

Y aunque hay versiones “saludables” o “light”, todas comparten una idea: hacer más en menos tiempo. ¿El precio? A veces, tu bienestar físico y mental.

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