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Más ultraprocesados, retroceso en fruta y riesgo en salud

En menos de una década, el consumo de fruta fresca en España ha experimentado un retroceso alarmante. En 2016, cada español consumía de media 90,2 kilos de fruta al año. Hoy, esa cifra ha descendido hasta los 64,4 kilos, una caída del 28,6% equivalente a 25,8 kilos menos por persona. Esta tendencia no es aislada: el pescado, la leche , el pan y los zumos naturales también han perdido peso en la dieta nacional.

Este cambio en los hábitos alimentarios está directamente relacionado con factores económicos y sociales. La inflación ha disparado el precio de los alimentos —más de un 30% respecto a 2019— y muchas familias han optado por reducir el consumo de productos frescos, más costosos y perecederos, en favor de opciones más económicas y duraderas.

Además, el ritmo acelerado de vida y el auge del teletrabajo han transformado las rutinas domésticas. Las compras rápidas, la cocina exprés y la falta de tiempo para preparar comidas tradicionales han impulsado el consumo de platos preparados, que han pasado de 12,9 a 17,47 kilos por persona en los últimos años. Los frutos secos y el agua embotellada también ganan terreno como opciones funcionales asociadas a estilos de vida activos.

El retroceso en el consumo de fruta y verdura aumenta el riesgo de problemas de salud

Pero este giro hacia la conveniencia tiene consecuencias. Una dieta baja en fruta y rica en alimentos ultraprocesados supone un riesgo directo para la salud. Las frutas no solo aportan fibra, vitaminas y antioxidantes esenciales, sino que ayudan a regular el apetito y prevenir enfermedades como la diabetes tipo 2, la hipertensión o ciertos tipos de cáncer. Su ausencia, combinada con un exceso de productos con alto contenido en sal, azúcares añadidos y grasas saturadas, puede contribuir al aumento de la obesidad y otras patologías crónicas.

España, tradicionalmente ligada a la dieta mediterránea, se enfrenta hoy a una transición alimentaria silenciosa. El desafío es claro: recuperar el equilibrio entre conveniencia y salud. Revalorizar los alimentos frescos y promover su accesibilidad económica será clave para revertir esta tendencia.

En un contexto donde se consume menos kilo/litros en general, pero más ultraprocesados, es urgente poner la salud en el centro de nuestras decisiones alimentarias. Porque lo que comemos hoy define cómo viviremos mañana.

 

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