Bajo la campiña de Baena yace la huella de un antiguo océano, en las salinas de Vadofresno la sal surge aquí de forma natural: en lagunas brillantes, arroyos salobres y ecosistemas únicos donde plantas y animales se han adaptado a este medio hostil. Pero en Baena, la sal no es solo un recurso, sino un legado. Un saber ancestral que transforma el agua en cristales mediante un proceso que mezcla paciencia, sol y trabajo manual.
En las salinas, el salinero —último eslabón de una cadena generacional— supervisa la evaporación del agua en pozas de piedra. Allí la salmuera se convierte lentamente en escamas blancas. Es un oficio que ha resistido al tiempo, manteniendo viva una tradición que une al ser humano con la tierra.
Vadofresno: Donde la historia y las salinas se encuentran
Junto al río Guadajoz , el Salsum Flumen de los romanos, las salinas de Vadofresno destaca por su valor histórico y natural. Aquí conviven vestigios de norias árabes, huertas centenarias y un paisaje donde el agua dulce y salada crean un equilibrio singular.
Visitar Vadofresno es adentrarse en el mundo de la sal. El recorrido muestra el proceso artesanal de extracción, desde el manantial salino muy rico en minerale hasta la obtención de sales gourmet, cada una con su propio carácter. Pero lo más llamativo es su huerto salado, donde cultivos como la Salicornia (conocida como «espárrago de mar») crecen en un entorno inusual. Todo ello demostrando cómo la agricultura puede adaptarse incluso a terrenos salinos.
La sal, acompañante de lujo de la gastronomía local
En Baena, la sal no solo sazona, sino que une. Es el vínculo entre el aceite de oliva virgen extra, los vinos de la zona y los productos de la huerta, dando forma a una cocina con raíces profundas. Cada grano guarda siglos de historia, desde los romanos hasta los campesinos que hoy mantienen viva esta tradición. Un viaje, en definitiva, para quienes creen que el lujo no está en el oro, sino en el tiempo detenido.