Cuando vamos a la tienda o al supermercado a comprar es costumbre no fijarse bien en el etiquetado de los alimentos. Sin embargo, cada vez es más común que las personas se fijen en los detalles de la comida que van a comprar. Te contamos todo acerca de este tema y lo que debes hacer para comprar bien.
La polémica de Garzón
Hace unos meses, unas declaraciones del ministro Alberto Garzón sobre la calidad de la carne y el modelo ganadero español, causaron gran polvareda. Sus palabras pusieron en el centro del debate un tema muy interesante sobre lo que realmente compramos y comemos. Es cierto que las palabras de Garzón fueron sacadas de contexto, ya que el ministro de Consumo centraba sus críticas en el tipo de ganadería y no en el producto que se consumía.
A raíz de estas palabras, una persona, en sintonía con el político malagueño, lanzó una interesante petición a través de la plataforma digital Change.org. A través de este escrito, este hombre demandaba que el etiquetado de la carne recogiese el tipo de ganadería de la que procedían los alimentos. Y es que no es lo mismo la carne de macrogranja que la que procede de un animal que pisa verde.
Normativa de etiquetado confusa
Actualmente, el ciudadano no puede saber el origen de la carne salvo en alguna excepción. En la Unión Europea es obligatorio indicar el país de procedencia de todas las carnes frescas que se ponen a la venta en el mercado común. Dicho con otras palabras, únicamente se puede saber por ley la información del Estado del que procede el animal, el sacrificio y el despiece.
Visto de otra manera, la información de la región y el modelo de explotación al que han sido sometidos los animales no están especificados en el etiquetado. Lo único establecido por la normativa comunitaria europea es que sí que es necesario registrar la información. Esta solo se encuentra disponible en documentos oficiales gubernamentales.
Cómo saber el origen de la carne
Si la carne está certificada puedes conocer el origen de la misma. Es cada vez más normal ver certificados de calidad, sobre todo en el ámbito particular, en los productos cárnicos. España es un país rico en certificaciones de la carne, que pretenden garantizar que estos alimentos reúnen unas condiciones específicas.
Tener una carne certificada proporciona la seguridad de conocer que los controles de calidad son exhaustivos. Sobre todo hay que destacar los exámenes que se hacen para valorar los cuidados sanitarios y la calidad de la alimentación de las reses. Cuando vayas a la carnicería y compruebes que el etiquetado contiene un sello de Indicación Geográfica Protegida, conocerás detalladamente toda la información acerca del producto.
Una carne con muncho control
El debate abierto por el ministro Alberto Garzón es más ético y medioambiental que otra cosa. Es una realidad que la situación en la que conviven este tipo de animales en estos espacios puede provocar debates en torno al respeto y bienestar de las cabezas de ganado. Pero también es cierto, que en términos de salud, podemos estar muy tranquilos. Tanto si hablamos de ganadería intensiva o extensiva.
Los controles sanitarios y de calidad a los que está sometida nuestra carne son muy estrictos. La normativa de la Unión Europea establece unas pautas muy claras, las cuales aseguran un control total de la carne desde la crianza del animal hasta que llega al cliente. Estos controles se acentuaron desde que en 1996 estallase en Reino Unido la crisis de las vacas locas, llegando a España años después. Desde entonces, las pruebas son mucho más estrictas.
Por lo tanto, cuando un ciudadano acude a un supermercado puede estar tranquilo, ya que la carne que consumimos es segura. No obstante, también es verdad que lo más aconsejable es fijarse bien en el etiquetado del producto o preguntando al carnicero. ¿Te fijarás bien la próxima vez?
