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Lanzarote también es gastronomía

Escribe: Mónica Uriel. Periodista

Lanzarote no solo tiene unos viñedos de lava únicos en el mundo de donde sale su Malvasía volcánica. También tiene, en un recorrido por las obras de César Manrique, playas de la isla donde se puede tomar una cerveza elaborada con esta uva. Además de visitar queserías, así como sus centenarias Salinas de Janubio. Todo esto siempre con la presencia del volcán Timanfaya, cuya erupción durante seis años, entre 1730 y 1736, fue la segunda más larga del mundo y destrozó un cuarto de la isla.

La erupción dejó zonas con hasta 15 centímetros de ceniza. 200 kilómetros de los 800 que mide la isla están cubiertos de ceniza. Aparecieron una veintena de cráteres del centenar que hay en la isla. El Parque Nacional de Timanfaya, las Montañas del Fuego, permite al visitante recorrer la Ruta de los Volcanes entre un paisaje lunar. Al finalizar, se puede disfrutar allí mismo, en el Restaurante El Diablo, con vistas al parque, de una barbacoa cocinada con el calor de las emanaciones de un volcán.

Parque Nacional de Timanfaya. Foto: Mónica Uriel
Parque Nacional de Timanfaya / Foto: Mónica Uriel

Una viticultura extrema que produce joyas enológicas

La erupción también cambió la agricultura. Hasta entonces Lanzarote vivía del cereal, era el granero de Canarias. Se volvió entonces a cultivar en la lava, vides y frutales, y se vio que crecía más fértil que antes. La ceniza volcánica (también llamada arena o picón) hace de efecto de regadío. Es un suelo muy poroso, absorbe la humedad, la planta va cogiendo el agua que necesita y por el día impide el paso de los rayos de sol. La viticultura de Lanzarote tiene algo único, los chabocos. Estos hoyos de entre 2,5 y 3 metros de diámetro y una altura de 4 metros protegen a la vid de los vientos y tienen muretes de piedra alrededor.

Chobocos en Lanzarote. Foto: Mónica Uriel
Chobocos. Foto: Mónica Uriel

Vinos y enoturismo diferentes

Su variedad por excelencia es la Malvasía volcánica. Esta variedad llegó a Lanzarote de Madeira en el siglo XVI. Produce unos vinos frescos, con acidez, cítricos y con notas de mar. Hablar de vinos de Lanzarote es hablar de calidad, no de cantidad. El rendimiento de las viñas es muy bajo: 1.500 kilos de uva por hectárea. Hasta la llegada del motor se vendimiaba en dromedario. En los últimos cuatro años se duplicó el número de bodegas y actualmente hay una veintena en la D.O. La mitad de ellas están en La Geria.

Es la conocida como carretera del vino. La primera bodega que comenzó a recibir visitas es El Grifo , donde además se pueden ver los chabocos. Del siglo XVIII, es la bodega más antigua de Canarias y elabora vinos desde 1.775. Debajo de la bodega estaba El Grifo, uno de los seis pueblos sepultados por el Timanfaya. Sus buques insignia son el Malvasía seco y el Listán negro.

Viñedo Malvasía Volcánica. Foto: Mónica Uriel
Viñedo Malvasía Volcánica / Foto: Mónica Uriel

Cerveza artesanal en armonía con la isla

No muy lejos de aquí, hay en Arrecife una zona de antiguas conserveras abandonadas y dentro de un antiguo taller de redes de pesca. Hoy convertido en cervecería, su maestro cervecero tuvo la idea de elaborar una cerveza con uva Malvasía. En colaboración con la Bodega Vulcano, el resultado es Maresía, de cervezas Nao. “Es una Ale, pero con el mosto del  Malvasía. Se elabora el mosto con la cebada y se le pone un lúpulo que no compita con la Malvasía… Tiene nueve meses en botella”, nos explica su propietario, Miguel Lasso. Su edición es limitada, de 3.000 botellas.

Cervecería artesanal Nao. Foto: Mónica Uriel
Cervecería artesanal Nao / Foto: Mónica Uriel

Las que más vende Nao son la Mucho (IPA) y la Capitán (American Pale Ale). “Son cervezas con un punto refrescante, para nuestro entorno”, nos cuenta. Nao acaba de sacar al mercado Hoppy Lager, con dos lúpulos. Nos anuncia que próximamente elaborarán una cerveza con sal de Janubio. En Arrecife, una buena opción para comer es el Restaurante del Castillo de San José. Tiene vistas sobre la bahía y platos de la cocina canaria contemporánea.

La belleza de las salinas

Las salinas de Janubio, en el suroeste de la isla, son un jardín de la sal y bien merecen una visita. Desde 1895 esta empresa familiar desempeña la recolección tradicional con métodos artesanales. Está considerado como uno de los ingenios salineros más singulares del mundo. Y es que la laguna donde están las salinas fue creada por erupciones volcánicas que formaron una barrera de lava. Además de sus finas láminas de cristales, la Flor de sal, ofrecen sal marina condimentada. La podemos encontrar con mojo rojo, mojo verde, adobo canario, o con salmorejo canario en su gama Sabores de Janubio.

Salinas de Janubio. Foto: Mónica Uriel
Salinas de Janubio / Foto: Mónica Uriel

El siempre presente, Cesar Manrique

También tienen cajas de sal con imágenes diseñadas por el artista lanzaroteño, César Manrique, cuya obra está esparcida por toda la isla. En su Monumento del Campesino, el artista reconoce la labor de los campesinos en la isla. Representa las condiciones adversas a las que se enfrentan. Aquí hay talleres para aprender a hacer salsa de mojo, pella de gofio y pintar con acuarela de cochinilla. Lanzarote era llamada la “isla púrpura”, pues vivó hasta mediados del siglo XVIII del tinte de cochinilla. Este procedente de las tuneras (chumberas) es utilizado como colorante en gominolas, yogures, Campari, salchichas, chorizo o jarabes.

Con la aparición de la anilina, en 1910, dejó de exportarse la cochinilla. Lanzarote entonces comenzó a vivir de la pesca y después del turismo. Manrique (1919-1992) quería que el turista supiera cómo se vivía en Lanzarote antes de la llegada del turismo, y lo muestra en este Monumento del Campesino, donde propone también un recorrido por la arquitectura, artesanía y gastronomía tradicional. Su restaurante ofrece una comida 100% conejera (gentilicio de la isla, que viene de que antes de que existiera dinero se hacía truque entre islas, y en Lanzarote se utilizaban las pieles de conejo).

Los Jameos del agua en Lanzarote Foto: Mónica Uriel
Los Jameos del agua / Foto: Mónica Uriel

En los Jameos del Agua, el primer centro que hizo Manrique, utilizó un tubo volcánico por el que corrió la lava. Consiguió hacer este lugar único de armonía entre la naturaleza y la creación artística. Un lugar con una piscina de aguas turquesas y un original auditorio. Su última intervención en la isla fue el Jardín de Cactus, para el que aprovechó un volcán vaciado. A modo de anfiteatro romano, creó un hogar para flores cactáceas de buena parte del mundo, en especial de México. Acoge a cerca de 4.500 ejemplares de 450 especies de cactus.

Quesería con el carácter de la isla

A nivel gastronómico la isla también ofrece queserías donde catar sus quesos de cabra. Un ejemplo es la quesería Flor De Luz, en San Bartolomé, creada por la colombiana Luz Nélida hace seis años. Tienen 300 cabras majoreras, de las que sacan 40.000 litros de leche al año para los quesos. Se elaboran con leche cruda y cuajo animal, nos cuenta su hijo, Carlos Castro. Son cabras de secano que se alimentan de cereales deshidratados, millo, alfalfa y papas.

Quesería Flor de luz. Foto: Mónica uriel
Quesería Flor de luz. Foto: Mónica Uriel

Elaboran quesos frescos, y semi curados con pimentón de La Vera, ahumado, con curry, provenzal. También con pimienta negra, azul o con dulce de guayaba. El semicurado obtuvo el Bronce de la World Cheese Awards 2016. Desde el año pasado realizan experiencias de cata de quesos con vino, aperitivo o comida. Así que si eres amante quesero, tienes que visitar Lanzarote. 

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