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Peras de Patagonia

Grandesproductos Argentina
Laura Litvin. Periodista
Instagram: @laulitvin

La Patagonia, ese vasto territorio al sur de la Argentina, es tierra de viento y silencio: montañas, kilómetros de costa marítima, desiertos y rutas solitarias.

Sus paisajes singulares y las atractivas propuestas turísticas seducen a viajeros de todo el mundo. Pasan por deportes extremos y convencionales, avistajes de la ballena Franca Austral, exclusivos lodges de pesca, visitas a ver restos fósiles de dinosaurios y un largo etcétera.

En los últimos años, también se destacan las rutas del vino de las provincias de Río Negro y Neuquén. Aquí se producen originales etiquetas de la cepa nacional, el Malbec, pero también se expresan deliciosos Pinot Noir y Merlot.

Sin embargo, este territorio mítico ofrece una riqueza poderosa que pocos conocen: las peras. Al igual que las manzanas, son de gran calidad de exportación y se cultivan en los valles irrigados del Río Negro y Neuquén.

Dulzura de alta gama

Argentina es el mayor exportador mundial de peras del mundo. Además, es también el primer exportador mundial de peras orgánicas certificadas. La calidad de estas frutas es reconocida en todo el planeta por su sabor, la limpieza de su piel y la sanidad de los cultivos.

El clima seco de esta región, la amplitud térmica, el agua ilimitada y el aire puro son condiciones únicas a nivel mundial. Para la producción de estas frutas de alta calidad, de manera ecológica y sustentable es ideal. Mercados como Brasil, la Unión Europea, Rusia y Norteamérica se disputan cada año las dulces peras argentinas.

Las peras argentinas, del Sur al mundo

Sin pasar por el mercado interno local, donde se consumen muy pocas peras por habitante (apenas unos dos kilos por año), Argentina exporta un sinfín de variedades.

Las más importantes en volumen son las Williams y las Packham´s Triumph. Las primeras se consumen frescas por su dulzura y pulpa sedosa. Además, se produce un destilado de estas peras que se exporta a granel para darle aroma y sabor a los aguardientes alemanes y suizos. Luego, la otra tiene su dulce acidulado y aroma suave, de piel verde claro y amarillo.

La sigue de cerca la destacada Beurre D’Ánjou (pulpa menos jugosa y más “mantecosa” en boca). También la Abate Fetel (alargada y grande, muy consumida en el Mediterráneo). Igualmente está la Beurre Bosc, que es alargada y delgada con cuello marcado. Ideal para hacer peras en almíbar o al vino porque tiene pulpa más gruesa y firme.

Por último, se sitúan las Red Bartlett, de piel roja y sabor dulce crujiente. Algunas más frágiles que otras, muchas veces el consumidor las descarta. Si su piel presenta coloración irregular o parecen muy maduras sucede esto. Pero no se engañe, su riqueza está en su interior.

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