La mejor repostería se hace en los conventos. Esta es una opinión casi unánime de los expertos en la materia. Pero, ¿cuál es el secreto de los dulces conventuales? Te contamos todo acerca de esta tradición con siglos a sus espaldas.
Dulces conventuales con siglos de historia
Hay constancia en documentación de que allá por el siglo XV ya se elaboraban los famosos dulces conventuales en estos centros religiosos. De los fogones de las cocinas de estos complejos salen auténticas delicias que conforman uno de los recetarios más auténticos de la gastronomía española. Y es que estos postres suelen ser totalmente artesanales, debido la ausencia de cualquier proceso industrializado, inspirados en recetas tradicionales y elaborados con productos naturales.
Pero lo que muy pocos saben es que las monjas y frailes comenzaron a elaborar estos postres con un ánimo de agradecimiento. Y es que antaño, las órdenes religiosas vivían holgadamente gracias a las aportaciones de benefactores, en especial de la nobleza. Por lo que los religiosos utilizaban estos alimentos como obsequio. En la actualidad, se comercializan con el fin de aportar dinero a la maltrecha situación de la Iglesia Católica.
Las yemas, unos bocados muy famosos
Las Yemas son el postre más famoso dentro del mundo de los dulces conventuales. Aunque su elaboración es común en muchos monasterios, cada uno con su característica particular, dos sobresalen al resto: las de San Leandro y las de Santa Teresa. Las primeras son una receta que nació en el Convento de San Leandro de Sevilla en el siglo XVI. Yema de huevo, gotitas de zumo de limón y azúcar clarificado. Nada más y nada menos.
Y las segundas, las Yemas de Santa Teresa, son quizás las más populares de todo el recetario monacal. Pese a que su historia se remonta a plena Edad Media, lo cierto es que bajo esta denominación se comercializan desde el siglo XIX. Y no precisamente en los conventos. Fue una pastelería de Ávila, lugar de nacimiento de Santa Teresa, quien decidió comercializarlas. Su receta es muy simple: se bate yema y azúcar. Se da forma de bola a esta masa y se deja enfriar.
Las monjas clarisas, unas auténticas expertas
Aunque el nivel pastelero es muy alto en todas las órdenes religiosas, es cierto que las Hermanas Clarisas son consideradas las mejores productoras de dulces conventuales. Entre sus delicias se encuentran las Pastas de Santa Clara. Se trata de unas galletas que se comenzaron a elaborar en el Monasterio de la Consolación, en Calabazanos (Palencia). Entre sus ingredientes se encuentran la harina, canela, almendra, huevo y mantequilla.
Las paredes del Convento de Santa Clara de Tordesillas (Valladolid) no solo fueron testigos de la muerte de la reina Juana la Loca, si no que tienen el honor de ser el obrador más grande de Castilla y León. De sus cocinas nacieron los Amarguillos. Unas pequeñas pastas elaboradas con azúcar, huevos y harina de almendra. Unos dulces crujientes y con una textura interior untuosa, perfectos para acompañar con infusiones, cafés y chocolate.
Otros famosos dulces conventuales
En el toledano Monasterio de San Clemente nació el tradicional mazapán que hoy conocemos. Según la leyenda, nació como agradecimiento al rey Alfonso VIII tras su victoria en la batalla de Navas de Tolosa. Pero la realidad es que los monjes comenzaron a elaborarlos para paliar la hambruna que sufría la ciudad durante la Edad Media con los ingredientes que más poseían en su propiedad: almendras y azúcar. Machacaban las almendras con un mazo y le daban forma de pan. De ahí su nombre.
EL Convento de Santa Inés de Sevilla, uno de los más antiguos de la capital andaluza, lleva siglos elaborando con gran éxito los Bollitos. Y es que es normal ver largas colas en el torno de venta a decenas de personas haciendo cola casi todos los días del año. Elaborados desde el siglo XVI, su textura oscila entre el bizcocho y la galleta. Entre sus ingredientes se encuentran la harina, aceite, azúcar y ajonjolí.
La lista de recetas de dulces conventuales es muy extensa. Y es que es imposible enumerar todos, ya que España es un país con centenares de espacios religiosos que se dedican a la elaboración de estos tradicionales postres. ¿Se te ha hecho la boca agua?