Nuestro país es un gran productor de embutidos, de toda clase y condición. Entre ellos el jamón cocido, uno de los más consumidos. ¿Pero es realmente tan sano como creemos? Analizamos las características de este popular alimento.
¿Qué es realmente el jamón cocido?
Aunque hay infinidad de variedades de jamón cocido, este embutido es, por lo general, aquel que procede de las patas traseras de los cerdos, que tras ser deshuesadas, cocidas y metidas en salmuera, es tratada y convertida en el alimento que todos conocemos. Si en vez de las patas traseras se utilizan las delanteras, nos encontramos ante la paleta cocida, con características similares pero con más nervios.
Además, hoy es posible encontrarnos en los supermercados y charcuterías jamón cocido de toda clase: extrafino, natural, sin sal, bajo en materias grasas… Al final son diferentes matices del mismo producto. Por eso es importante leer bien las etiquetas de los productos, tanto si se compra en paquete como si se compra a granel.
Lo que debemos hacer en primer lugar es escoger el que mayor porcentaje de carne tenga, ya sea de una marca conocida o de la marca blanca. Repasando las etiquetas es posible que te lleves la sorpresa al saber que la marca más reconocida es menos recomendable que la marca sin etiqueta famosa.
Manos saludable de lo que parece
Pese a que es un aliado para las dietas, el jamón cocido, es menos saludable de lo que creemos. Si lo comparamos, por ejemplo, con el chorizo o con el salami, el jamón york tiene unos niveles calóricos más bajos que los otros embutidos, por lo que es un aliado para mantener a raya el peso. Pero todo tiene sus pros y sus contras. El tratamiento con salmuera, una mezcla de agua y cloruro sódico, provoca que los niveles de sal sean altos, por lo que su consumo ha de ser moderado para las personas hipertensas.
Este embutido, aunque no tiene un nivel de lípidos excesivamente alto, aporta grasas saturadas entre las cuales se incluye el colesterol malo. En casos concretos, cuando existen problemas cardiovasculares o de colesterol alto, tampoco conviene consumirlo en exceso. Tanto las personas con estos problemas, como con las hipertensas, los nutricionistas recomiendan el consumo de embutidos bajos en sal y grasas.
Gato por liebre
Al ir al supermercado nos podemos encontrar en el etiquetado con dos palabras que nos deben hacer dudar: jamón cocido (o york) y fiambre de cerdo. Por eso hay que leer bien las etiquetas, pero no las de la tabla calórica, si no en las de los ingredientes del producto.
Los productos con la denominación de fiambre están compuestos por féculas, es decir, proteínas vegetales. Este tipo de embutido tiene menos carne y más cantidades de agua. El fiambre contiene un 50-60% de carne, menos que el jamón, por lo que le hace ser un producto de una cantidad muy inferior. En la producción del jamón cocido es normal añadir otro tipo de aditivos, pero nunca, bajo ningún concepto, féculas o almidones, que sí están presentes en el fiambre.
Además, para que la variedad ‘extra’ del jamón cocido pueda denominarse así, debe contener alrededor de un 85% de carne y tener unos niveles bajos en ingredientes como los azúcares, lo que le lleva a ser un producto mucho más jugoso.
¿Tiene algún beneficio?
Como ya hemos comentado, el jamón cocido es un aliado para las dietas por su bajo nivel calórico, pero pese a ser un producto con sus contraindicaciones, no todo es malo en este tipo de producto. Su aporte en hidratos de carbono es relativamente bajo, y su riqueza en proteínas ayuda al desarrollo de los músculos del cuerpo. También aporta hierro, esencial para las personas que presentan problemas de anemia. Por otro lado, este embutido contiene vitamina B, que ayuda a regular la circulación sanguínea.
En definitiva, cuando vamos al supermercado o a la charcutería, tenemos que fijarnos en lo que compramos. Va en la salud de todos adquirir los productos más adecuados para nuestro bienestar. ¿Vas a fijarte la próxima vez en lo que realmente compras?