¿Qué implica que se hayan descubierto microplásticos en la sangre humana? ¿Cómo podemos reducir el impacto de estas partículas? ¿Qué pintan los ríos de Filipinas? Descubre de qué países vienen y las iniciativas para paliar el problema. ¡Vamos!
Los microplásticos ya están en la sangre
Probablemente te suene que una bolsa de plástico tarda 400 años en descomponerse. Ahora bien, mientras pasa el tiempo esta se rompe en partículas cada vez más pequeñas. Estas se llaman microplásticos y no se pueden ver a simple vista. Así pues, nos encontramos ante un peligro invisible que tendrá consecuencias nunca vistas anteriormente.
Como bien sabemos, hay mucho plástico en el mar. Es más, un estudio de 2015 para la revista Nature estimaba que cada año entran al mar ocho millones de toneladas de este material. Así pues, sería raro que esto no tuviera consecuencias. La más notable es la ingesta por parte de los animales que viven en este medio
Los microplásticos acaban en sus tejidos y luego nos los pasan cuando los comemos. Tan preocupante es el asunto que la Universidad Libre de Ámsterdam ha detectado la presencia de microplásticos en el torrente sanguíneo humano. Sus expertos crearon un sistema para analizar la sangre de 22 sujetos aleatorios. Encontraron cinco polímeros distintos en el 75% de la muestra.
¿Qué le pasará a las personas?
Una investigación de 2020 de la Universidad Estatal de Arizona ya había descubierto la presencia de microplásticos en tejidos humanos. Sin embargo, aún no sabemos tanto del grado de toxicidad. Algunos estudios aseguran que fagocitan las células inmunes de nuestro sistema inmunológico. De esta manera, quedamos desprotegidos ante enfermedades. Otro de la Universidad Estatal de Florida les achaca más problemas aún.
Concluye que las partículas de plástico afectan a las células pulmonares humanas. De esta manera, alteran su forma y desaceleran su metabolismo. ¿Y cómo llegan a los pulmones? Pues mediante el aire. No solo el agua está contaminada. Mas bien, los microplásticos están por todas partes. Al degradarse, podemos respirar las partículas más pequeñas del plástico que quedan en el aire.
¿Qué podemos hacer?
Urge reducir de forma drástica el uso de plásticos. No basta con reciclar si una parte importante del plástico no puede ser reciclado. Debemos dejar de fabricar envases de un solo uso cuya existencia es innecesaria. Pongamos por ejemplo una bolsa de arroz de plástico. Esta permite ver el producto y conservarlo bien. Sin embargo, el papel puede hacer la misma función. Antiguamente no se fabricaban de plástico y nuestros abuelos también comían arroz.
Peor aún es el caso de las frutas o las pajitas. Por ello es que distintos gobiernos ya empiezan a cercar estos plásticos. Es el caso de Francia, por ejemplo, que los eliminará de forma paulatina desde 2022 hasta 2026. De hecho, la Unión Europea aprobó en 2019 una directiva para la retirada de los plásticos de usar y tirar en los países miembros. Les dio a estos un plazo de dos años para su trasposición al orden jurídico nacional. Sin embargo, la pandemia lo retrasó un poco.
Ahora bien, la Unión Europea tan solo representa el 0’6% de los plásticos vertidos al mar según el estudio Our World in Data. Mientras tanto, Asia es el responsable del 80% de los vertidos con el 60% de la población mundial. Además, lo sorprendente es que el país más contaminante resulta ser Filipinas, con un 36’38%. Sorprendentemente, queda muy por encima de la India (11’92%) y China (7’22%), los países más poblados del mundo. De hecho, estas islas albergan siete de los diez ríos con más plástico del mundo.
Conclusión
Ahora bien, ¿cuánto esperaremos hasta que este problema se convierta en un asunto de salud pública? ¿Servirán de algo los esfuerzos de Occidente si Oriente no se compromete de la misma manera en la lucha contra los microplásticos? Estaremos pendientes porque puede que no tarden en generalizarse tecnologías experimentales para limpiar los ecosistemas de plástico.