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Egiategia y sus asombrosos vinos de inmersión

Sin que sea ya una novedad en variedad de países la crianza de los vinos bajo el mar, el caso de Egiategia es diferente. Esta pequeña bodega francesa enclavada en un bonito paisaje costero de Ciboure (Francia), entre las costas vascas de Irún y Biarritz, es pionera en una segunda fermentación alcohólica a unos 15 metros de profundidad. Consigue obtener unos caldos de inmersión con una particularidad sorprendente. Esta se añade al vino ya elaborado en tierra firme, en un paisaje de ensueño que se fusiona entre el territorio galo y el vasco, entre la montaña y la playa. Descubre aquí con nosotros este lugar tan mágico, pero especialmente las botellas de vinificación oceánica.

Un enclave de fusión geográfica

Esas bodegas que optan por aprovechar las ventajas del mar a la hora de producir sus caldos, sea en la etapa que sea, unen dos entornos -el acuático y el terrestre- que las convierten en especiales. Porque se fusiona el cultivo de los viñedos en terruños que ya aportan su singularidad pero también está después esa característica propia marina. En el caso de Egiategia, esa fusión geográfica se da entre dos paisajes espectaculares a vista de pájaro. Uno es la cornisa vasca, concretamente la zona montañosa de Urrugne, en el camino que va desde la comuna francesa de Hendaye hasta la playa de Socoa. En esta última parada es donde se hallan las instalaciones de la bodega protagonista.

egiategia vino
Ciboure junto a la playa de Socoa (Francia) / Fotos: @egiategia

Unas antiguas cuadras transformadas en espacio bodeguero son la casa de esta familia que capitanea Emmanuel Poirmeur. Este ingeniero agrónomo y enólogo con una larga trayectoria trabajando en otras bodegas de renombre en Francia quiso elaborar unos vinos excepcionales. La idea la tuvo tras pasear por esa zona primero y contemplar un terreno que le recordaba a los paisajes vitícolas de Chile e Italia. Allí donde mar, montaña y vid se encuentran.

Su intención de replicar eso mismo en esta región del País Vasco francés tuvo finalmente éxito porque el suelo era idóneo para cultivar y a 100 metros de altitud. Este aspecto es relevante porque evita que las partículas de sal marina movidas por el viento alcancen las cepas al mismo tiempo que favorece esa brisa iodada procedente del mar. Además, los rayos del sol se proyectan con frecuencia sobre esa montaña. Sin duda, las condiciones eran muy interesantes.

 

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Vinificación en boyas

La postal que puedes visualizar allí, desde las solo 2 hectáreas de viñedos hasta el océano, es fascinante. Tanto como el proceso de vinificación posterior. Este llega tras la recogida a mano de los racimos de uva, tarea en la que se evita su aplastamiento para después seleccionar los mejores. Con estos se elaboran las botellas de Egiategia en tierra, siguiendo el tradicional método champenois. Pero el gran momento diferencial es cuando llega la crianza de esos vinos tranquilos, sumergidos bajo el mar en unas boyas de gran tamaño.

Aunque lo asombroso y novedoso está en una segunda fermentación alcohólica a 15 metros de profundidad, en esos mismos recipientes hundidos al fondo de la Bahía de San Juan de la Luz. ¿Por qué opta por esto Poirmeur? Según cuenta en la web de su bodega, el enólogo se percató de que «los parámetros físicos que se buscan en ese proceso del vino espumoso en cubas están naturalmente presentes en el medio marino». Por ello, decidió acudir de forma directa al mar con el objetivo de aprovechar la oscuridad, la presión, la inercia térmica y, sobre todo, la agitación de las aguas fruto de las mareas.

 

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¿Qué efecto tiene esa fermentación?

¿El efecto después de tres o cuatro meses de inmersión? Efervescente, burbujeante. Al incorporar también a ese líquido tanto azúcares como levaduras para la vinificación oceánica, ambos ingredientes juegan un papel clave. Sí, ya lo juegan en la elaboración tradicional pero «muchas veces se pasa por alto o se descuida injustamente». Algo que con este proceso no sucede y ello favorece el origen de los denominados «aromas secundarios«.

Así lo explica Poirmeur, quien matiza que esta consecuencia no es posible en un entorno terrestre y que este método es pionero y extraordinario en Egiategia. Además, también influye el diseño de esos tanques, «desarrollados específicamente para que exista inocuidad en el equilibrio de presiones». Esas que se dan entre el exterior (océano) e interior (vino).

Los tres vinos de Egiategia

El resultado no es otro que un vino con perfiles aromáticos diferenciales, con notas aportadas por ese medio acuático. Este aspecto original se suma a las características propias que tienen las variedades de uva utilizadas para obtener hasta tres vinos distintos en Egiategia: un tinto, un rosado y un blanco. Todos se asemejan, no obstante, a los espumosos sin filtrar y con la menor intervención posible. Erlaitza, Artha y Dena Dela son las botellas que puedes degustar de distintas variedades de uva. Unos caldos únicos de fusiones geográficas y franco-vascas que te invitamos a descubrir.

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